Expertos en la preservación de obras patrimoniales realizan
un trabajo de restauración en el Cementerio de Recoleta en lo que se considera
un proyecto pionero que servirá como ejemplo de preservación para otros
camposantos.
El equipo está dirigido por el restaurador Miguel
Crespo y está a cargo de “la restauración del de sepulcros históricos
nacionales” ya que “de las 5.000 bóvedas del cementerio, 90 poseen tal
calificación”.
“El equipo trabaja por núcleos, por sitios donde se
ubican varios monumentos juntos o dentro de unidades conceptuales, con la
finalidad de consolidar una percepción del patrimonio de la obra en su entorno
y dentro de un plan global”, informaron desde el Gobierno porteño.
Gran parte de los más destacados mausoleos y piezas
sepulturales y escultóricas de la Recoleta son creaciones artísticas y
arquitectónicas realizadas entre 1880 y 1930 por escultores nacionales de la
talla de Lola Mora, Lucio Correa Morales, Troiano Troiani, Alfredo Bigatti o
Antonio Pujía, y extranjeros como Jules-Félix Coutan o Ettore Ximenes.
Si bien el trabajo del experto en el lugar se remonta
a 2002, no ha sido hasta este año, tras la percepción de ingresos gracias al
cobro de la entrada a los turistas extranjeros, que se consolidó un programa institucional con un
área de restauración específica para Recoleta.
“Es un hecho fundacional que puede sentar
metodología de intervención”, remarca el coordinador del área.
“Al hacer el
diagnóstico, nos tenemos que ir muy atrás en el tiempo: el ambiente hoy está
más controlado, pero las patologías quedaron en las obras. En el análisis vemos
lo que ocurrió décadas atrás y, aunque el ambiente ha mejorado y no tiene la
densidad de contaminación que tuvo, las alteraciones producidas en aquel momento
hoy están presentes y nosotros tenemos que retirar esos rastros de
contaminación”, precisa Crespo.
Las alteraciones afectan a las piezas de arte tanto
como a la lectura de las obras, que es la capacidad de los espectadores de
reconocer la composición total.
“Estas obras están hechas con un lenguaje de
contrastes armónicos y, cuando se genera una costra de ese material
particulado, se produce un contraste exagerado que altera la lectura. No es lo
mismo lo que se genera sobre un bronce que sobre una piedra mármol blanco,
incluso diferentes obras de mármol blanco presentan diferentes situaciones. Por
eso tenemos que elaborar un plan específico para cada obra”, señala el
coordinador.
Tras el diagnóstico, el trabajo de restauración
comienza en el laboratorio, un espacio de taller y guarda patrimonial situado
dentro del cementerio y provisto de insumos, en su mayoría químicos, que se
formulan de acuerdo a las patologías que se identifican, para cada tratamiento.
La infraestructura de trabajo incluye herramientas,
químicos no abrasivos para el tratamiento de las superficies, andamios para los
trabajos en altura -las bóvedas pueden alcanzar los cinco metros de alto- y un
dispositivo móvil conocido como el “Recoleto”, que facilita el traslado de los
insumos y materiales desde el taller hasta la obra a restaurar dentro de las
cinco hectáreas que ocupa el predio del cementerio.